26 diciembre 2005

El carácter consumista de la Navidad (o ella en sí misma)

¿Por qué todos los años por estas fechas nuestra familia (es decir, hermanos, primos, padres, tíos, abuelos y todos en sus respectivas casas) nos ceba a base de marisco? Y es que parece que con la tan poco ansiada llegada del invierno se extingan todo tipo de elementos alimenticios excepto los bichos de mar. Son ya 3 los días que subsisto a base de gambas con sal, gambas rayadas, gambones, rochos y cigalas. Y para acompañarlo, pues un platito de palitos de mar, o berberechos, o quizá con mucha suerte, olivas con variantes.

Parece que en ocasiones cabe remarcar a ciertas personas que nuestras acciones son estúpidas e inconsideradas. Estamos dentro de una espiral de consumismo, formada por muchos ámbitos, uno de ellos, la Navidad. ¿Qué quiero un móvil nuevo? Pues para eso están los Reyes Magos. ¿Qué necesito cambiar de coche, que este de 2 meses empieza a vibrar? Regalito de Papá Noel. ¿Que si te canto una gilipollez, tú te ríes y encima me das dinero? Pues vivan las estrenas. Así es. Una época en la que supuestamente la paz, la caridad y la armonía tienen la hegemonía absoluta, resultando no ser así a la vista de las consecuencias: la riqueza y la pobreza sobre una balanza imposible, en la que nunca nada va a cambiar. Los que tienen dinero, ganan algún premio del sorteo de Navidad (véase a los vecinos de la localidad catalana de Sort, que estaban malhumorados por haber caído en el municipio el tercer premio y no el primero) y los que no lo tienen, albergan deudas, enfermedades incurables (en su país) o dificultad financiera para continuar con su vida día a día.

Así son las cosas, y así os las he contextualizado.